martes, 16 de octubre de 2018

¿Qué nos pasó después de tanto?


Estábamos tan abajo y no nos hundíamos, no llegábamos a tocar el piso, a tocar fondo, estábamos tan en picada que no nos dolía, ni tampoco nos quemaba.
Tu perfume viajaba con el tiempo y tus caricias se convirtieron en lejanas, ya no había mirada a la cual contemplar, todo estaba quebrado, en dos, en cuatro y hasta en ocho.
Mi mente desaparecía entre los recuerdos (nuestros recuerdos). Perdía la razón debes en cuando, pero la caída no nos salvó de nada, tus manos ya no tocaban mis hombros o mi cintura, incluso dejaron de sostener mis mejillas en cada beso. Tus besos poco a poco abandonaban mis labios y con ellos la esperanza que habíamos construido los últimos años, todos los viajes, los días de sonrisas y de larga espera, los días en los cuales solo nos dedicábamos a mirarnos, a respirarnos, a sentirnos. Los días en donde todo era mágico, lleno de conversaciones hasta al amanecer y de risas que escapaban con el viento.
                                                                                                                Las miradas, tus miradas iban a compartirse con alguien más, y me dolía, me dolía tanto que no salía aire de mis pulmones, ni lágrimas de mis ojos. Solo habitaba el dolor, el dolor inalcanzable que era no tenerte a mi lado. Me pregunte una y mil veces que había hecho mal, que habíamos hecho mal, que era lo que se había roto la mañana del domingo que decidiste dejarme ir, que decidiste partir con tanto recuerdos, tantas idas y vueltas, tantos despertares a tu lado, tanto amor que había o que se suponía que hubo, tantas alternancias entre nosotros dos, todos los recuerdos y miradas cómplices, tantas noches en donde nos convertíamos en uno solo, tanto de vos y tanto de mí. Mucho de lo que compartimos y construimos estaba en nuestra habitación, la que decidiste dejar, esa mañana nublada, estaba también en la cocina, en donde a menudo me cocinabas, se encontraba en nuestro sillón preferido, o en el baño en donde compartíamos duchas interminables y relajantes después de un dia complicado.
¿Qué nos pasó después de tanto? ¿Qué es lo que dejamos atrás para siempre y elegimos para nuestro futuro? ¿Qué es lo que hicimos mal hasta que nos rompimos? ¿Cómo hicimos para escapar de todo esto?

jueves, 11 de octubre de 2018

Su ausencia


Fluía en su ausencia como una melancolía extraordinaria, como lagrimas que no quiso llorar pero inevitablemente se le escapaban, en su mente.
Fluía al atardecer, lleno de esperanzas y remordimientos, lleno de sueños y a veces pensamientos. Fluía con ella y alrededor de su cuerpo, extrañaba sentirse libre y en otros brazos que no sean de él. Extrañaba su forma de amar, tan arisca y odiosa al dormir y ahora lo único que quería era sentir su cuerpo por debajo de las sabanas, acostumbrado a perder, a no estar, acostumbrado a sentir esa extraña sensación de vacío por las noches, esa sensación de no pertenecerle a nadie más, que a ella misma, la extraña sensación de no compartir nunca más un café por las mañanas, ni de sus besos somnolientos, ni tampoco sus abrazos recargados de felicidad al saber que su mano descansaba en su cintura. No entendió muy bien como era que se respiraba después de sus besos, y su aroma se extendió por todo su cuarto, dejándola inconsciente de tanto amor. Pero el ya no estaba, y se acostumbró a otros besos, a otros abrazos, y así se idealizo que tenía otra forma de amar; otra diferente, mas ella, más viva, mas cariñosa, no como la anterior, porque no quería volver a lo mismo, no quería repetirse a ella misma dos veces.
Quería fluir con su cuerpo tanto como lo deseara, quería fortalecerse de cada dolor, cada desilusión, cada enojo, cada lagrima, quería fortalecerlo con amor, amor que ella se podía permitir, uno de esos que te dejaban con ganas de mas, quería serlo todo, inolvidable para sus ojos, decidida en su cuerpo, quería amar, amar de verdad (aunque lo había hecho antes), quería borrar esas marcar y empezar de 0. Tenía miedo, ¿Quién no tiene miedo a empezar de nuevo? Empezar de nuevo en otros brazos, fumar las veces que quisiera junto a él en su balcón, coronar las noches de soledad en otros besos y sentir que todo dolor ya no es parte de su cuerpo.
Pero lo primero era lo peor, lo primero fue olvidarse de él, de sus besos, de sus celos, de su sonrisa, porque su sonrisa fue su motor, su esperanza, su todo en realidad.

¿Cómo olvidarse de su sonrisa?

¿Cómo aprender a querer a alguien más que no sea él?

Y lo más importante de todo ¿Cómo aceptar que había perdido, que había perdido al amor de su vida y que nunca más lo encontraría?